Bioshock. Arte y filosofía en un nuevo lenguaje
Con demasiada frecuencia suelen aparecer iluminados que, abanderados de su propia doctrina, predican la tierra prometida y, si pueden, intentan implantarla. No es un fenómeno nuevo y de hecho ha sido más común de lo deseable, y lo seguirá siendo puesto que el ser humano siempre se dejará engatusar por los delirantes devaneos del profeta, demagogo y loco que los predique. Éste es el caso; un “visionario” Andrew Ryan piensa que ninguno de los modelos políticos, sociales y económicos dominantes en la época, uséase Capitalismo y Comunismo (con inclusión del Estado Vaticano, sin mucho sentido, la verdad), logran satisfacer plenamente las aspiraciones más legítimas del individuo. Estos tres modelos, cada uno a su manera, extirpa del individuo una misma porción de su libertad: el fruto de su trabajo. Esta es la premisa de la que parte el modelo social de Ryan, una sociedad donde el individuo no halle constreñida su voluntad, donde nadie acapare el “sudor de su frente”, donde nadie use su tiempo y esfuerzo en mantener los intereses oscuros y mezquinos de un Estado que siempre dice trabajar por el bien del ciudadano, pero que en realidad lo esclaviza y manipula a placer.Abrumado por tan ingrata realidad Andrew tuvo un sueño, una revelación; vislumbró un mundo en el que los límites a la voluntad no existiesen, donde ningún freno moral o ético marcara límites a ningún impulso creador y emprendedor del ser humano, donde los frutos del trabajo fuesen recogidos por aquellos que los cosecharon. En definitiva, una utopía del individualismo más exacerbado y radical. En estos términos queda bien que ese mundo se denominase Rapture (éxtasis), dado el tono mesiánico y adventista del personaje, así como su ubicación imposible, el fondo del océano. Este sueño, como era de esperar, atrajo a infinidad de aventureros, emprendedores, soñadores… y a toda suerte de desequilibrados y sinvergüenzas que, como también suele pasar, ven la ocasión de medrar y de dar rienda suelta a su locura.
¿Qué ocurre cuando ninguna moral rige los actos de una sociedad? En este contexto de laissez faire llevado al paroxismo, de hedonismo generalizado y de falsa demofilia vemos un endeble cascarón que no tarda en resquebrajarse y dejar ver lo que de verdad subyace en toda esta entelequia: la tiranía, el horror y el crimen generalizado. Eso es Rapture, un horror situado en el último confín del mundo, un sitio donde cada ser humano es un dios en vida, donde cada ser humano reniega de su propio ser y naturaleza para ir “más allá”.
Todo orden posee un código ético que lo articula en sus bases más profundas, si este desaparece, sencillamente, deja de haber orden. Andrew funda su colonia eliminando el concepto de “gobierno”, lo cual posibilita, dentro de su lógica, el desarrollo de su utopía pero sin que su autoridad se ponga en cuestión. De este modo la Gran Cadena cuenta innúmeros eslabones cuya mano férrea mantiene, sino unidos al menos bien amarrados y bajo control. Andrew no inventa nada. Con su demagogia encandila a una masa dispuesta a escuchar el eco de sus muchas frustraciones y anhelos, acepta sin más la prédica de aquél que les propone cambiar una servidumbre por otra, más cruel y despiadada, para dejarse guiar al futuro, todos, en la misma dirección.
Es el caos. Al no imperar ni ley ni orden la realidad se desborda. El líder indiscutido se ve cuestionado a la par que se vislumbra el “nuevo ser”, esa ventana que permite al ser humano romper, traspasar sus propias limitaciones y quizá aspirar a más, siempre a más. La ciencia sin ética descubre que esos horizontes no son inaccesibles, que efectivamente se puede pisar un nuevo terreno. Es el caos. Mientras la libertad, si es que alguna vez hubo tal cosa en Rapture, desaparece bajo el cúmulo de egoísmo e insatisfacción reinante entre una población enajenada completamente de una realidad cada vez más opresiva y tenaz, se dirime una lucha sin cuartel que llevaba ya largo tiempo alimentándose. Estalla. Ya no hay freno posible, todo prurito de sensatez y conciencia se ha desvanecido. Ya no se respetará ninguna regla.
Estalla una guerra sin cuartel librada por monstruos, grotescas caricaturas de seres humanos que, tarde, demasiado tarde, toman conciencia del horror en que se han ido sumiendo desde el mismo inicio de todo. Bestias feroces vagamente humanas, niñas llenas de inocencia depredadora, monstruos de acero y muerte, y demonios sentados en tronos de llanto y sangre. Los dioses contemplan con mirada vacía su creación, quizá satisfechos de la labor realizada, contemplan su mundo, su campo de batalla donde solamente un vencedor puede quedar.
Desde el mismo momento en que cruzamos las puertas de entrada al Infierno ya no hay vuelta atrás. La batisfera sigue su rumbo hacia el teatro del horror humano, del humano que se despoja de sí mismo y se viste de los ropajes del dios. Seremos un triste Dante acompañado de un incierto Virgilio que nos irá desvelando el mundo de lo inabarcable a la par que nos invitará a irlo penetrando hasta su mismo corazón.
En este momento pasaremos a ser el protagonista de la historia de un mundo especialmente dispuesto para nosotros. Primeramente contemplaremos los devastadores efectos de esa falta de ética, cómo el ser humano carente de límites inicia un proceso de autodestrucción implacable, haciendo válida la sentencia horaciana del homo homini lupus est. Nos daremos cuenta de lo bien que se plantea y desarrolla esta teoría del caos, convirtiendo una narrativa original e impecable, por mor de brillante, en una fina reflexión filosófica y humana, pues ambas vertientes especulativa y psicológica se hallan presentes en perfecta armonía. Los planteamientos devastadores sobre conceptos tales como la tiranía y la libertad, la ambición y la voluntad, la miseria y la grandeza, se entrelazan con elegancia con un acertado y profundo psicoanálisis de los personajes que pueblan este mundo tan irreal en la forma como posible en el fondo. Y es que el elemento terrorífico presente en la obra no reside en su entorno perverso y degradado, sino en lo plausible de su existencia: esto podría pasar, quizá no así, pero podría pasar. Es una perspectiva aterradora.
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